Las colonias
Desde el otoño de 1936 hasta el final de la guerra, el gobierno republicano impulsó la creación de numerosas colonias para poner a salvo a los escolares en la retaguardia, especialmente en Valencia, Cataluña y Murcia.
El Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad organizó un plan de evacuación de niños y niñas procedentes de las zonas más amenazadas hacia otras más seguras. Para ello hubo que realizar una labor de persuasión de las familias que se enfrentaban al terrible destino de separarse de sus hijos e hijas en circunstancias tan dramáticas. Para convencerles, el Ministerio llevó a cabo una intensa campaña de propaganda, editando carteles y folletos que mostraban las ventajas de seguridad, salud, alimentación y educación que las colonias ofrecían.
En febrero de 1937 el gobierno, ya instalado en Valencia, creó la Delegación Central de Colonias dependiendo del Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad, que asumió plenamente, tanto la evacuación como la organización y la inspección de las colonias escolares con el fin de cubrir sus necesidades básicas. Se atendía a niños y jóvenes desde los cuatro hasta los quince años.
La vida lejos del frente
Las colonias se organizaron en diferentes modalidades: unas en régimen familiar, en el que las familias del municipio alojaban y mantenían los escolares, mientras que los maestros se encargaban del control y la instrucción. Otras, las más generalizadas, en régimen colectivo, en las que los grupos de niños vivían en comunidad con los maestros, recibiendo la formación académica, los valores republicanos y democráticos.
La vida en las colonias colectivas estaba orientada a que los niños y niñas, aunque afectados por la situación bélica, pudieron disfrutar de una vida feliz, sin perder por ello la oportunidad de continuar su educación y formación personal. La colonia estaba concebida como un ambiente educador, de limpieza y orden, con buen gusto, en un entorno de confianza y respeto mutuo, donde se inculcaba la laboriosidad, la convivencia, la solidaridad ...
El dibujo era una de las actividades más singulares. Según las orientaciones de la Dirección General de Primera Enseñanza, de enero de 1938, los escolares reproducían modelos de la naturaleza, creaciones inspiradas en sus vivencias o temas propuestos por los maestros a fin de expresar como sentían la guerra.